Fin del stage. Después de toda la semana trabajando en el campamento de día con Sensactifs, después de una evaluación entre Christine, Fabio y yo, después de despedir a cada uno de los niños y sus padres, recoger el material, cargarlo en el coche, volver a la asociación, descargar, guardar, organizar... Después de una buena jornada de trabajo, ya sin mi bicicleta volví a casa. Eso sí, ahora con los patines.
Decidí, aunque estaba cansada, salir a ver a mis amigos, con quienes me río mucho y lo paso realmente bien. Para mí era una noche diferente. Era tarde, hacía buen tiempo, al día siguiente no trabajaba, iba a estar rodeada de gente que me importa y además era jueves. Un día especial en Toulouse, como en cualquier ciudad universitaria, donde el ambiente festivo te hace volver a despertar por muy cansado que estés, te hace como renacer, reír, disfrutar y olvidarte de las agujetas y otras dolencias, de que te han robado la bicicleta y de todas esas cosas que cada uno de nosotros tenemos en la cabeza... Iba a ser una noche bonita y lo fue:
Como ahora no tengo bicicleta, fui andando a la plaza Saint Pierre, donde nos solemos reunir. Caminaba tranquila, pensando en que el trabajo había terminado hasta el lunes, observaba a la gente, respirando la noche primaveral, relajada, me colocaba bien el foulard, porque a pesar de que hace buen tiempo, hasta el 40 de mayo... Me dio tiempo a pensar que me apetecía tomar una cerveza, esperaba que mis amigos estuviesen sentados en la terraza, porque hacía buena noche, comentar el plan que tendríamos para el fin de semana, contarles lo contenta que estaba este día...
Cuando llegué ahí estaban todos. Sus sonrisas perpetuas, como siempre, ¡Que te hacen levantarte por las nubes! Siempre buenas caras, siempre buenas palabras, siempre a gusto. Mi pequeña familia en Francia. Laura L, Clara, Jose Luis, Isabel y Kévin estaban allí y cuando llegué como siempre nos saludamos de buen humor y con ganas de compartir.
Al fin había llegado. Después de dos besos por persona, dejé mi foulard sobre la mesa, mi teléfono móvil y la tarjeta del metro. Dispuesta para levantar la mano y llamar al camarero, porque esa cervecita fresca, estaba a punto de llegar, mientras yo hablaba con Laura.
De repente, la noche dio un giro espectacular, dramático, de película, lleno de intriga y emociones. En el segundo en que levantaba la mano para llamar al camarero y giraba la cabeza para seguir hablando con Laura, pasó frente a mis ojos un chico de piel oscura, vestido con ropa oscura que a la vez que aumentaba su velocidad, cogía un bolso marrón que se encontraba en nuestra mesa, justo en frente de mi, en la parte de la terraza, que da a la acera de la calle.
En ese mismo momento, comencé a correr como si aquel personaje desconocido y repentino, hubiera robado mi propia piel. Corría, corría y las palabras y pensamientos se me cruzaban. Español, francés... Ladrón, bolso, robo... Yo seguía corriendo y Jose Luis y Kévin no perdieron un segundo para intentar atrapar también al chico de piel oscura y ropa oscura.
|
Polis como en la serie "Pacific Blue" También los hay en Toulouse |
De repente, dos jóvenes aparecieron en bicicleta, mientras Jose Luis, gritaba, ¡Voleur! ¡Voleur! (Ladrón en francés). Seguimos corriendo, a mí el corazón me latía muy rápido, me empezaba a faltar el aire y se me concentraban los pensamientos, mientras corría sin conciencia del destino. Había cada vez más oscuridad, vallas de obras y caminos desconocidos. Primero cemento, luego piedras, hierba... Corría.
Una sensación de miedo a no conseguir el bolso, a que nos pasara algo, a la incertidumbre, empezó a entrar en mi cuerpo a la vez que casi ahogada, cogía aire pero entonces, fue cuando el muchacho de piel oscura y ropa oscura, cayó tendido al suelo, por aquellos hombres montados en bicicleta, que nada más y nada menos, eran policías y a lo Pacific Blue, terminaron con él.
Tomé aire, me uní a Jose Luis y Kévin, sentí sus corazones acelerados como el mío y sus caras de incertidumbre y desconcierto. Imagino que como la mía. Hablamos con uno de los policías mientras el chico de piel oscura y ropa oscura yacía tendido en el suelo boca a bajo, con las manos esposadas a la espalda.
Ya había calma, pero todavía había que montar el rompecabezas. Por orden del policía, fui a buscar a Clara, la dueña del bolso. Cuando regresé al bar, era un alboroto. Unos habíamos corrido, pero mientras tanto otro escenario se encontraba en el bar:
Isabel, Laura y Clara, llamaron a la policía con ayuda de algunas personas que había por allí, concretamente una chica francesa que hablaba también español. Laura recogía las pertenencias de los que habíamos salido corriendo sin previo aviso y cada una a su manera, se hacía una idea de lo que había pasado con aquel personaje y con nosotros. También desconcierto, miedo, incertidumbre. Y Clara... Casualmente era el día que más objetos de valor llevaba en su bolso.
Al fin nos reunimos todos y el ambiente era diferente. Aunque estábamos entre la oscuridad, alejados de los bares, la gente y el ruido, se nos sentía más sosegados, tranquilos, seguros. Estábamos todos, todos bien. Acompañados de dos policías y con el chico de piel oscura y ropa oscura esperando sentencia, a nuestro lado, pero esposado.
Antes de llevárselo hasta el coche de policía, nos miró uno a uno. No dejé de observarlo. No sé porqué. Quizás porque quería mirar de frente a la persona que había cambiado en transcurso de la noche, alguien con o sin escrúpulos que roba. Quería reconocer el rostro de esa persona que en tan poco tiempo me había hecho sentir hasta miedo. Ese que nos había desconcertado a todos. Su mirada era penetrante, pero triste. Su expresión fría. Podía haber dicho lo siento. No lo hizo. Ni siquiera denotaba sentimiento alguno de culpabilidad. Y no bajó la cabeza. Nos miró fijamente y pasó sus ojos por cada uno de nosotros mientras caminaba hacia su destino próximo.
Clara Y Kévin fueron a declarar a comisaría para poder recuperar el bolso y denunciar a nuestro antagonista. En lo que al chico de piel oscura y ropa oscura respecta, no era la primera vez que hacía algo así. Ya estaba fichado con lo que iba a pasar una pequeña temporada en el calabozo.
Esta historia termina, brindando entre todos con una cerveza (¡al fin!).
Porque no siempre ganan los malos. Porque la suerte se ha puesto de nuestra parte. Porque las casualidades o no casualidades nos acompañan durante todos los momentos de nuestra vida. Porque estando entre amigos, las alegrías y los disgustos se saborean de mejor manera. Porque el espectáculo debe continuar...
¡¡CHIN, CHIN!!